Capitulo 10 : Guerra De Infiltrados
“¿Qué va a pasar siempre?” preguntó Karina a Pedrito. “Pues al Güero lo tienen que trasladar del hospital al edificio verde y de ahí sale, porque si lo dejan salir del hospital les va a caer la bronca a los placas por todo el desmadre que se hizo en las noticias. El Mando mañana sale en cuanto hable con El Grande.”
“Y tus cosas te las van a regresar?”
“Espero que si, los hijos de su puta madre a ver con cuánto capean.” contestó Pedrito mientras se quitaba la ropa preparándose para dormir. Se puso unos shorts y al acostarse en su cama prendió la tele.
Karina hacía lo mismo, se cambió de ropa y tomó una cobija del closet y una almohada. Se sentó en la orilla de la cama y viendo a Pedrito de frente con sus ojos llorosos le preguntó...
“Y con nosotros que va a pasar? La verdad al descubrir que tenías a tu esposa siento que esta relación ha sido puras mentiras, ¿como crees que me hace sentir eso? Si de verdad me quieres, aléjate de mí, déjame estar tranquila.”
Karina había estado pidiendo a Pedrito que la dejara en paz. Ella ya no quería ser parte de esa relación que se había convertido en desilusión. Pedrito estaba acostumbrado a que a sus novias no les importara su matrimonio mientras hubiera regalos y lujos. Con Karina era diferente y aunque eso le gustaba, no estaba dispuesto a dejar todo por ella. Cada que sacaba el tema, Pedrito lo cambiaba o le decía que no era momento para hablar de eso. Esta vez Karina lo encaró y no tenía de otra más que dejar en claro las cosas de una vez.
“No se trata de dejarla. Se trata de que nunca voy a ser lo que quieres. No me interesa estar con una sola mujer. Si me aceptas así, hay que seguir juntos, pero si no, lo siento. En verdad te amo y si la única manera de demostrarlo es dejándote ir pues adelante.” contestó Pedrito. Nunca se había atrevido a decir la verdad pero sintió que Karina se lo merecía.
Karina se levantó llorando y antes de salir del cuarto le dijo “Voy a dormir en el otro cuarto, mañana agarro mis cosas y me voy.”
Pedrito en verdad se sentía mal que esto estuviera pasando, pero tenía otras preocupaciones en mente. Sentía a la DEA cerca de él. Miraba raro al Comandante. Miraba raros a todos. Sentía que lo seguían constantemente. Y no estaba loco. La DEA lo tenía en la mira por la cantidad de dinero que estaba generando. La verdad era que otro cartel estaba queriendo apoderarse de la ciudad y con la ayuda del gobierno mexicano estaban quitando a quien se opusiera. Este a su vez pasa información a agencias americanas para que también ayudarán con la limpieza. Algunos agentes americanos sabían de esto y no les importaba.
Pedrito era de los lugartenientes más leales a su cartel. Un amigo que él tenía en el Sur le había advertido que lo más conveniente era abandonar su cartel y unirse a los contrarios.
Recordó su conversación con él.
“Traemos apoyo de la presidencia viejo, yo te lo digo a ti al chile porque somos compas de morros. Vamos a arremangar al que se ponga pendejo. Y yo se que tu eres de los que se pondrá pendejo. Si le caes ahorita, te vas a quedar de jefe. Si no, va a ser más difícil que te eche la mano más adelante ya que los vergazos esten a todo lo que da.” fueron las palabras que su amigo le dijo.
“Si en verdad eres mi compa, agarremonos a vergazos nosotros. Ten honor puto! No seas culon y me mandes al gobierno. Yo se que tus jefes te van a mandar a ti por mi por que todos saben que me conoces, así que hay que irnos como los grandes, a vergazos. O'Que?” le contestó Pedrito.
“Esto no se trata de si somos compas o no verga! ¿Crees que te tengo miedo o que verga? Se trata de una limpia, verga! Si fuera por mi yo mismo voy y te arremango a chingar a tu madre pendejo, pero no es así el pedo. Van a tapizar El Bordo con gobierno y van sobre ustedes. Si te las quieres pegar de macizo pues ahí quédate y hazla de verga pero luego no digas que no te quise ayudar a la verga eh!”
Tenía dos semanas de esa llamada y no dejaba de pensar en la advertencia. Nunca le daría la espalda a la gente de su cartel y menos por miedo. Pedrito prefería pelear hasta donde tope. También sabía que él no era el único que había recibido esa llamada. Eso lo hacía desconfiar aún más de los otros lugartenientes. No era una guerra lo que lo preocupaba. Su verdadero temor era una cárcel americana. Tiene cargos pendientes en Estados Unidos y sabía que cualquier captura llevaría a su extradición. Y su amigo no mentía. El cartel que venía del Sur traía todo el apoyo del Estado Presidencial.
Tenía la tele prendida pero se había perdido en el pensamiento hasta quedarse dormido. Se despertó a las 3 de la madrugada para apagarla y aprovecho para ir al baño. Al salir se fue al otro cuarto donde estaba Karina. Se recostó a un lado de ella y la abrazo. Karina desperto, se besaron y tuvieron sexo pasional con un sentimiento de despedida. Al terminar, Karina le pidió dejarla sola y Pedrito volvió a su cuarto. Antes de acostarse se asomó por la ventana y al no mirar nada extraño se acostó y esta vez no despertó hasta las 7:43 de la mañana. La ansiedad lo tenía durmiendo no más de 4 horas seguidas. Tomó su celular y se comunicó con El Grande.
“Buenos días Licenciado, habla Pedrito.”
“Pedrito, buenos días, ¿a que se debe el gusto mano?” contestó El Grande.
“Aqui molestando por el evento que hubo ayer, aya en La Playa. Los muchachos me estaban cuidando unas cosas y todo se salió de control. Me gustaría poder arreglarme para que me regresaran las cosas junto con los morros.” dijo Pedrito.
“Al que está hospitalizado la veo difícil porque hirió a un soldado, ese te va a salir mas caro. El otro solo viene con portación ese ya sabes, manda los 6 mil dólares y sale hoy mismo. El otro yo creo que si te va salir unos 40. Las cosas no se pueden regresar, órdenes de arriba.” contestó El Grande.
Eso le pareció extraño a Pedrito. Se supone que las órdenes de “arriba” las daba el cartel de la frontera. No quiso hacer mucha pregunta y accedió. “ ‘Ta bien, con que suelten a los morros ‘ta bien. Usted no más digame a donde le mando el papel y a que hora.”
Después de ponerse de acuerdo con la entrega del dinero, terminaron la llamada. Pedrito se dio un baño, se vistió y escuchó el ruido de la puerta principal. Al asomarse miro a Karina subirse a su auto con un par de maletas que echo en la cajuela. No dejó que eso lo distrajera y le marcó a su jefe. Lo que no alcanzó a distinguir fue el auto blanco de cuatro puertas que se arrancó detrás del auto de Karina. Ordenó a sus escoltas alistar todo por que iban a salir.
Mientras tanto en el edificio verde, el Mando se despertaba en su celda después de escuchar ruidos, al parecer iba llegando alguien. Era el Guero. Había dos celdas en un tercer piso en un pasillo que daba a unas oficinas con vista al bulevar. El Guero venía custodiado por dos oficiales de la Fiscalía que al mismo tiempo le ayudaban con sus muletas y su pierna herida. Lo metieron a la celda de al lado. Una vez dentro y sin los oficiales, el Mando le habló.
“Que pedo carnal, como estuvo la verguiza?”
“Mando? Que pedo perro! Si escuché que habían agarrado a otro pero no sabia si eras tu o otro. La verguiza algo bien pareja eh, nohombre! Me pisaban la pata cuando miraron que la traía puteada. De hecho pensaron que me había muerto por el balazo este que traigo en las costillas. Me pasó la bala entre el brazo y las costillas a la verga perro, nomas me fracturo una costilla y el rozón en el brazo. La pierna me la quebro el balazo, y cuando quise correr, el hueso se fue hacia un lado y me caí. Hasta ahí llegue dije. Cómo es que te agarraron a ti?” contestó el Guero.
“A la verga perro! Pues lo bueno que te dejaron vivo. Yo me quise salir de la Playa allá por el cañon que te saca a los Laureles, pero ahí me atoro un retén. Oye y que pedo despues que se metieron a donde estabas que?” pregunto el Mando.
“Sabrá la verga, solo vi que se acercaron pensando que me había muerto, en eso uno me piso la pierna y pegue un grito, un wacho grito ‘¡Está vivo!’ Y después me llovió una bola de vergazos, patadas y todo jajaja valio verga” contaba el Guero.
“Jajaja su puta madre, chale. ¿Tú crees que nos dejen aquí?” pregunto el Mando.
“Na pura verga, o Pedrito o Don Rober, pero de que salimos salimos, tu mas rapido por que traes menos bronca, yo no se como vaya a estar la vuelta.” contestó el Guero.
Estuvieron hablando hasta que un oficial llegó por el Mando para pasarlo a una oficina a armar el papeleo. Órdenes del Grande indican que ya se aproximaba el dinero de su ‘fianza’, que lo alistaran para su liberación. Pedrito llegó a un restaurante a unas 3 cuadras del edificio verde y decidió ir pidiendo comida para recibir a el Mando quien lo más seguro iba estar hambriento. Pedrito mandó a uno de los escoltas a entregar el dinero y recoger a el Mando. Tomó su celular y le marcó a su jefe y amigo. Uno de los jefes del cartel apodado “El Sobrino”. Con El Sobrino mantenía una amistad de años.
“Oye we que onda con el ruco ese del edificio verde, El Grande?” preguntó Pedrito por el celular.
“Se volteó. Se les pegó a los del Sur. De hecho que bueno que me hablas por que nosotros vamos a empezar la fiesta. Mis primos van llegando de la capital del país donde se reunieron con los demás capos y les hicieron creer que llegaron a una tregua. Mis primos acordaron compartir la plaza con los del Sur, pero puro pedo. Vienen con la idea de dar guerra.”
“Y eso que tu no fuiste a la junta?” preguntó Pedrito.
“Yo arme comunicación aparte con alguien de parte de mi tío. Necesito verte en persona wey para explicarte cómo estará el pedo.” decía el Sobrino.
“Deja terminar este pedo con El Grande antes de ir. Oye pero, va a haber guerra entonces, ¿quién contra quién?” preguntó Pedrito confundido.
“Todos contra todos. Vamos a encargarnos de sacar a los que ya se voltearon. Vuela para La Paz en la mañana, ahí hablamos en persona. ¿Qué dice El Grande o que? Ponte vergas cualquier vuelta que traigas con ese ruco eh.” contestó el Sobrino.
“No, lo que pasa que necesito sacar a dos morros, de Los Del Barrio, que me atoraron ayer. Ya me dijo que sí, que mande la feria no más pero también quiero que me re-venda el jale que se llevaron a ver si capea pero si ya anda de volteado me va a re-vender pura verga.” dijo Pedrito.
“Esa merca ya la han de tener los del Sur. Si ya te acepto la feria mejor tomale la palabra, porque ese ruco no va a durar mucho.” le recomendó el Sobrino.
“Ya está, deja me encargo de sacar a los morros hoy para volar en la mañana.”
Finalizo la llamada y le hablo a uno de sus trabajadores indicandole que fuera a entregar el dinero.
Mientras el Mando estaba haciendo el papeleo, El Grande le hizo una llamada al tío de él Toño.
“Compa’re, estese pendiente, el morro que busca saldrá ahorita.” dijo El Grande.
“¿Apoco si? Pa’ quien chambea, no sabes? Pa’ que lo saquen tan rapido es por que trae padrino.” preguntó el tío.
“Son gente de Pedrito, pero no te preocupes, esos Primos ya van de salida.” dijo El Grande.
“Pedrito el cholo ese ‘eda, el que anda con los Primos, si ya se cual. Usted indique compa’re, ahi va estar una unidad lista.” dijo el tío recordando que una vez conoció a Pedrito en una fiesta del cartel.
El Mando pasó alrededor de 45 minutos haciendo papeleo cuando por fin el oficial le indicó ponerse de pie y le quitó las esposas, y lo dirigió hacia la puerta. Pasó por las celdas de nuevo y le chiflo a el Güero quien se estaba quedando dormido. El Güero se despertó y el Mando se despidió.
“Te veo afuera perro” dijo el Mando
“Diles que no se olviden de mí” contestó el Guero.
“Que pues uste’ es mi carnal” contestó el Mando empuñando la mano en gesto de saludo.
El Mando salió por la puerta donde lo esperaba el escolta de Pedrito. Le dieron sus pertenencias en una bolsa y caminaron hacia la camioneta. Normalmente las patrullas y el personal del edificio verde abarcan todos los estacionamientos cercanos así que tuvieron que caminar alrededor de 100 metros. El escolta metió la mano a su bolsillo para sacar las llaves cuando de pronto una lluvia de balas empapó a El Mando y un balazo le pegó al escolta de Pedrito. El Mando no tuvo tiempo a nada, fue el primero en caer muerto, el escolta fue herido en el brazo derecho, el que usó para sacar sus llaves. Al escuchar detonaciones y sentir el balazo, se tiró al suelo y con su mano izquierda empuñó su arma y repelió el ataque. Eran solo dos atacantes, el chofer y el tirador. El tirador descargó los 14 tiros de su arma, insertó un cargador nuevo y se acercó a sus víctimas para rematarlas. Al acercarse a la banqueta para buscarlos, el escolta lo sorprendió dejandole caer cuatro disparos en la cara, matándolo al instante. El chofer al ver caer a su cómplice, abandonó el lugar. El escolta se comunicó rápidamente con Pedrito.
“¡Nos pusieron patrón, nos pegaron aquí afuera del edificio, mataron al Mando!”










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