Capitulo 1: Pedrito y Karina: San Valentin
Era un día de San Valentin. Pedrito paseaba por la ciudad en una Suburban del año blindada. Normalmente él se sentaba en la parte de atrás. Contaba con un chofer y un copiloto que también funguian como escoltas. Una camioneta Silverado de cabina sencilla con dos escoltas iba enfrente y una Tundra de doble cabina con 4 hombres armados los seguía, también de escoltas. Portaban pasamontañas para taparse la cara, un arma larga y una corta cada uno, pechera y chaleco antibalas, parecían policías, algunos lo eran. El jefe no vestía equipo ni ropa táctica en esta ocasión. Iba a pasar el día del amor y la amistad con su novia Karina, iba de camisa y pantalón de vestir, zapatos Versace con perfume de la misma marca. Un Rolex dorado y una cadena cubana de oro. Pedrito era alto de estatura, un poco robusto, y ancho de espalda, tenía cuerpo de jugador de fútbol americano. Había formado parte del equipo de su preparatoria cuando joven. Ahora tenia 30 años. Se rasuraba el pelo de los lados con un desvanecido y lo peinaba de lado lo que se dejaba arriba. Siempre vestia con colores oscuros cuando salia, negro o azul marino. Y siempre portaba una pistola en donde estuviera.
Karina era una mujer delgada de piel blanca y pelo negro. A Pedrito le atraía su cuerpo esbelto y pechos grandes. Ella tenía 23 años y la vida recia le atraía, la vivía. Había crecido muy pobre en una colonia de las más conflictivas de la ciudad y había logrado salir de ahí haciendo lo que fuera necesario. No era la primera vez que salía con un mafioso, pero sí la primera vez que salía con uno tan pesado. Pedrito era jefe del cartel. Karina era de carácter duro, así la había formado la vida, pero por dentro era una niña. Una niña que buscaba cumplir sus sueños cueste lo que le cueste.
Se conocieron en una fiesta del cartel donde uno de los trabajadores del cartel de nombre Arturo llegó acompañado de Karina. Karina salía con Arturo para olvidarse de su ex quien la había dejado por una amiga de ella. Tal vez por eso no sintió culpa cuando cruzó miradas con Pedrito. Karina tenia unos ojos negros y una mirada muy profunda. Cuando te miraba a los ojos sientes que te podías perder en ellos. Una mirada muy intensa. Era como su arma secreta y la sabía usar cuando quería algo. Se coqueteaban de lejos con miradas hasta que Pedrito se acercó a la mesa donde se encontraban. Ya había visto que Arturo venía con la mujer que le había llamado la atención, así que llegó con el pretexto de saludarlo.
“Que rollo we, no te había visto..” le dijo a Arturo antes de saludarlo de mano.
“Bien oiga, aquí vine un rato a saludar a la bola. Mira le presento a mi novia, Karina.”
“Mucho gusto Karina, yo soy Pedro, algunos me dicen Pedrito.” La saludo de mano y beso en la mejilla.
“Mucho gusto Pedrito” le contestó Karina con una sonrisa amigable.
No le había parecido que Arturo la presentara como su novia por que no lo eran, pero no lo quería hacer quedar mal. Karina era conocida por tener clase. No recurria mucho a pláticas con coqueteos, o comentarios vulgares, tampoco vestidos escotados cuando quería llamar la atención. Ella te transmitia todo con la mirada. Vestía elegante. Era una mujer muy guapa con mucha presencia y sabia jugar con eso. Así había logrado subir la escalera social. No solo era una mujer que salía con hombres por dinero, ella tenía una visión, y depender de un hombre toda la vida no era parte de lo que miraba para su futuro. Estaba consciente de lo que hacía y con qué propósito. Para ella el fin justificaba los medios.
Arturo rápido se dio cuenta que a Pedrito le había gustado su acompañante y los celos se apoderaron de él. Después de saludar, Pedrito regresó a su mesa y les mando una botella de Moet.
“Ya te quieres ir con él o qué!?” le reclamaba Arturo a Karina.
“Qué te pasa? Ya andas bien loco, para empezar ni novios somos no se por que me presentas como tu novia..”
“..Vete a su mesa entonces, es lo que quieres, por eso te molestó que dijera que eres mi novia, ¡a mi no me haces pendejo!”
Karina prefirió quedarse callada para no armar una escena. En su mente pensaba que era la última vez que salía con este pendejo, no tenía caso alegar.
“Ahora vuelvo, voy al baño. Pobre de ti que vuelva y andes de puta.” Arturo se paró y se fue al baño.
Karina, aunque enojada, prefirió el silencio. Dejó que Arturo se fuera a periquear al baño sin decir nada.
‘Cuando vuelva le pediré que me lleve a mi casa’ pensó.
Pasaron alrededor de 45 minutos y Arturo no volvia.
Desde su mesa, Pedrito se dio cuenta de todo. La pelea y el abandono por parte de Arturo. Mando a uno de sus escoltas a revisar si Arturo se había ido, y si. Arturo había abandonado a Karina en la fiesta. Fue cuando volvió a acercarse.
“Si sabes que ese wey ya se fue verdad?” le dijo Pedrito a Karina, mientras acercaba una silla para acomodarla junto a ella.
“Como que se fue?” contestó Karina sorprendida.
“Ya se fue, aya afuera se despidió y se arrancó en su camioneta, como que iba enojado. ¿Qué le hiciste?” le dijo en tono de broma.
“Nada, él es mala copa. Ni siquiera somos novios, apenas hemos salido como 3 veces y ya se está portando así. Ni ganas de volverlo a ver.”
“Si quieres uno de mis escoltas te puede llevar a donde vayas. Te llevaría yo pero ya ando bien pedo..”
“En serio? Ni se te nota. Pues si, si me pueden dar un raite, te lo agradecería mucho.”
Después de eso, Pedrito no le perdió la pista a Karina y empezaron a salir. Fue una atracción muy intensa. Ella siempre quiso andar con un hombre con poder que pudiera cuidarla, protegerla y proveer lujos. Con Pedrito había encontrado esto y más, pues le atraía su personalidad y físico también. Se estaba enamorando de verdad. Algo que hace tiempo había dejado de importarle.
Pedrito estaba perdidamente enamorado. Él sabía que en este juego las mujeres andan detrás del dinero. Karina no era la excepción, y no le importaba porque él tenía dinero. Él sabía que mientras siguiera con poder y con dinero, Karina siempre estaría ahí, pero también estaba consciente que el momento que se fuera para abajo, Karina iba a encontrar otra persona que le siguiera proveyendo la vida que ella buscaba.
Tenían alrededor de 4 meses saliendo juntos cuando llegó el día de San Valentin. Pedrito siempre se había portado todo un caballero con Karina. Siempre respetuoso. Pedrito era muy centrado y aunque era parte de los jefes del cartel, no tenía una personalidad violenta. O al menos eso pensaba Karina. A Karina solo le había tocado ver su lado dulce, amable y caballeroso. Pensó que tal vez él no mataba y solo se dedicaba a la parte del dinero, y por eso sus escoltas. No estaba segura de que hacía por qué Pedrito no le hablaba de sus negocios y siempre hablaba en claves. Mientras la respetara y la tratara bien, no le tomaba importancia a lo de más.
Ese 14 de febrero, Pedrito pasó por ella a su departamento alrededor de las 10pm. Iban hacia un restaurante de un amigo de Pedrito, un reconocido empresario de la ciudad. Pedrito le había rentado el restaurante para él y Karina solos. Antes de llegar, Pedrito quiso detenerse en una farmacia por el centro para comprar pastillas para las agruras, para después de la comida.
“De cuales quiere patrón?” preguntó el escolta.
“Yo voy por ellas, aquí aguantenme.” contestó Pedrito mientras se bajaba del carro. No quiso decirle al escolta que necesitaba condones también, así que prefirió ir él.
Desde adentro de la camioneta, Karina vio a Pedrito pedir lo que necesitaba y pagar. Al momento de salir, miro como un hombre se le acercó y le dijo algo a Pedrito, pero no escucho que se decían. No duró más de 3 segundos la plática, cuando Pedrito sacó una pistola que traía fajada en la espalda y le pegó 2 balazos en la cara al hombre que se le había acercado.
Karina no pudo evitar soltar un grito de susto. Pedrito, como si hubiera matado un mosquito, se faja la pistola, reviso que no se hubieran manchado sus zapatos Versace y siguió rumbo a la camioneta. Para eso los escoltas se habían bajado con armas en mano preguntando qué había pasado.
“Me quiso asaltar el baboso, ‘amonos, todo bien.” les contestó Pedrito mientras se subía a la camioneta y les ordenaba emprender camino. Los escoltas hicieron caso no sin antes recoger el casquillo percutido de la .45 de Pedrito.
Una vez arriba del carro, noto el susto en el rostro de Karina.
“Se me acerca y me dice, ‘dame lo que traigas’ mientras me apuntaba con un revolversillo viejo, le dije ‘simon, ahi te va mi cartera’ y que saco el cuete y le pegó 2 en la cara al ojete, jajaja!” se reía Pedrito mientras le contaba a Karina lo que había pasado.
“Si, pues si vi, no escuche que te dijo, pero vi todo.” Le contestó Karina nerviosa, asustada y sorprendida por la nueva cara que había visto de su pareja. Le asustó, pero algo de eso le gustó. Se sentía protegida teniendo un hombre así a su lado. Lo que le asustaba era ser complice de un asesinato.
“Si, pinche mugroso, que trabaje en vez de andar robando..”
Estaban a punto de meterse al estacionamiento del restaurante cuando fueron alcanzados por 5 patrullas de policías municipales los cuales al darles alcance se bajaron con armas en mano apuntando al convoy de Pedrito.
“No se bajen, yo hablo con ellos.” Indicó Pedrito por los radios a sus escoltas.
Pedrito bajó de la camioneta y pidió hablar con el encargado del operativo.
Se acercó el Comandante y Pedrito estrechó la mano para saludarlo.
“Pedrito, disculpe la molestia..”
“Comandante, buenas noches.”
En esa época el cartel controlaba a la policía municipal al 100 por ciento. Los policías estaban más asustados que Pedrito, pero Pedrito nunca fue prepotente. Siempre se dio a conocer por saber hablar y negociar. Disfrutaba tratar bien a la gente y que se le tratara igual.
“..ya sabe que uno no más anda haciendo su trabajo, nos reportaron un hombre muerto y disparos y me tocó atender el reporte.” continuó el comandante.
“No’hombre no se moleste yo entiendo. Vengo a una cena romántica que le preparé a mi novia. Sin intención de matar a nadie ni nada.” le contestó Pedrito con una sonrisa y una calma que en verdad no parecía que acabara de matar a alguien. Mientras sacaba 1000 dólares y se los daba al comandante. En esa época eso ya era un halago para los policías, cualquier otro jefe del cartel los hubiera desarmado a todos por tener las agallas de siquiera marcarle el alto. Pedrito era diferente, no la pensaba para matar, pero no abusaba de eso.
“Comandante, espero entienda que llevo un poco de prisa, si tiene problemas con lo del muertito echeme una llamada mañana temprano y le ayudo a arreglarlo. ¿Me puedo retirar?”
“Si, adelante oiga, que pase buenas noches. 10-5” indicó el comandante a los demás y se fueron.
Era la primera vez que Karina presenciaba no solo el poder con el que Pedrito contaba, si no el contraste de personalidad que tenía. Ella ya había estado con parejas violentas, prepotentes que abusan del poder del cartel. Ya había estado con asesinos, pero ninguno como Pedrito. Los demás la hacían sentir en peligro, Pedrito la hacía sentir segura y protegida. Antes de esa noche, Karina dudaba que Pedrito se atreviera a matar. Pensó que era un chico bueno jugando a ser el malo con el cartel. Lo miraba hasta débil en ese aspecto pues ella había vivido situaciones extremas con otras parejas. Después de esa noche se dio cuenta que Pedrito era un chico bueno que sabía ser malo si se necesitaba.
Una vez sentados en la mesa del restaurante, pidieron al mesero su comida y con música en vivo tocando canciones de Luis Miguel comenzaron a conversar. Pedrito había mandado a regar el piso con pétalos de rosas, las veladoras no faltaban. El restaurante se ubicaba en una torre y contaba con ventanales que dejaban ver un panorama de la ciudad impresionante. El techo contaba con un proyector el cual hacía que pareciera que estaban debajo de un cielo lleno de estrellas.
Después de decirle a Pedrito lo mucho que le encantaba el lugar y lo bonito que le había quedado la decoración. Le hizo una pregunta.
¿Cómo lo haces? preguntó Karina.
“Pues conozco al dueño, no te acuerdas el vato que vimos un día allá en..” antes de que terminara, Karina lo interrumpe.
“No me refiero al lugar. ¿Cómo le haces para ser tan dulce y tan frío en la misma persona?
No te estoy juzgando, es una pregunta genuina, nunca había visto a alguien así.”
El mesero interrumpió la plática con las bebidas, lo cual le dio tiempo a Pedrito para articular la respuesta. Le dio un trago a su bebida, la miró a los ojos y le contestó.
“Tengo controlado mi demonio, yo lo suelto cuando se necesita, pero está domado para volver a encerrarse cuando ya cumplio lo que tenía que hacer. El ya no me domina a mi, yo lo domino a él. Cuando era más joven, él me dominaba a mi y fue así como me metí en muchos problemas y cometí muchos errores. Algunos costaron cárcel, otros costaron vidas. Lo importante fue que pude aprender a controlarlo. Nunca he querido reprimirlo, lo dejo salir de vez en cuando a que se estire, jajaj...” Pedrito tenia la costumbre de acompanar alguna platica seria con un chiste negro. “..pienso que todos tenemos ese demonio. Algunos lo sacan de forma física, algunos de forma mental. Algunos lo usan para manipular, otros lo usan para estafar tal vez. El chiste es que todos contamos con esa parte dentro de nosotros y nosotros decidimos si nos dejamos controlar o lo controlamos. Lo importante es ubicarlo y saberlo aplicar para nuestro beneficio. Si no, en vez de ayudar, afecta negativamente.”
“Creo que yo también controlo el mio”, le dijo Karina.
“Yo también lo creo”, le contestó Pedrito.
Los dos le dieron un trago a su bebida mientras se miraban a los ojos. A los dos les pasaba el mismo pensamiento por la cabeza.
“Me pregunto si usara ese demonio contra mí?”









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