Capitulo 11 : Amigos De La Infancia

 


El comienzo de un nuevo día después de la muerte de un ser querido puede ser muy vacía. Tratar de llevar tu rutina de todos los días se convierte en algo sin sabor. Todos Los Del Barrio incluyendo a Pedrito estaban devastados. Mucho coraje, tristeza, sentimientos encontrados, sed de venganza. El Guero aún no había podido salir y eso le molestaba. Desde su celda escuchó lo que había pasado. “Mataron al morro que acaba de salir” se decía entre los pasillos. Su mejor amigo de toda la vida se había ido en manos de quien sabe quien y el no pudo estar ahí para ayudarlo, pensaba. La persona con la que más compartió momentos y aventuras. Los tíos sabían que su sobrino era bravo. Más no sabían qué tan activo estaba en las calles.


Uno de sus tíos de nombre Sebastian, se comunicó con Pedrito. Sebastian y Ramon, tíos de El Mando, se dedicaban al narcotráfico también. No se meten en guerras de plaza, solo meten droga al otro lado. Hacen su dinero y no se meten en políticas. Aun así, como todo malandro, estaban conectados con el cartel y tenían sus contactos. Sebastian se comunicó con Pedrito y Pedrito les explicó todo lo que él sabía. Les dio sus condolencias y les prometió que esto no se quedaría así. Más tarde, llevó una cantidad de dinero a la familia de El Mando y les dejó saber que lo que sea que necesitaran, él estaría ahí.

“Yo los miro como mis carnalitos a todos Los Del Barrio y la neta me pesa mashin que el morro la perdió de esta manera. Cualquier cosa, cuenten conmigo, sea dinero sea lo que sea. Espero que lo que les mande les sirva de algo, yo se que no compra el regreso de El Mando pero espero les ayude en algo. Mi mas sincero pesame a toda la familia.” le dijo Pedrito.

Pedrito le explicó a Sebastian lo que estaba a punto de pasar. La guerra se estaba cocinando y en cualquier momento estallara la ciudad.

“Pues cuenta con nosotros pa’ lo que sea también. Te puedo conseguir gente y armamento, nosotros estamos con usted.”

Después del atentado donde perdió la vida El Mando, Pedrito sabía muy bien quién había sido. Le explico todo a Sebastian. El único que sabía que El Mando iba a salir, era El Grande. La razón aun no la sabía, pero no tenía dudas que él estaba detrás de esto. Rápidamente habló con El Sobrino y le explicó la situación. Quería matarlo él mismo y la llamada era para pedir permiso arriba. El Grande no era cualquier cosa, aparte que se había pasado al cartel contrario, era el Sub Procurador. El Grande ya tenía fama de estar asociado al Cartel de El Bordo. Matarlo destaparía al público la guerra interna por la que estaba apunto de pasar el cartel.

Mientras tanto, Los Del Barrio y más allegados, también llegaron a la casa de El Mando donde coincidieron con Pedrito. Los Del Barrio y Pedrito se salieron a platicar en la banqueta usando las dos blindadas de Pedrito para cubrirse en caso de algún otro atentado. Los Del Barrio le explicaron a Pedrito lo que sospechaban. La única persona que pudiera tener problemas con ellos, era el que habían matado en los mariscos. El Mando era quien había sido el gatillero de ese evento. Platicaron alrededor de una hora con Pedrito y le contaron todo lo que sabían.

“Se nos fue un carnal.” decían Los Del Barrio llorando. Pedrito también había perdido muchos amigos de su infancia, la mayoría habían sido asesinados. Con Los Del Barrio volvió a sentir esa hermandad. Y de alguna manera sentía culpa.

Por el problema con El Mando, Pedrito tuvo que posponer su junta con El Sobrino. El Sobrino al enterarse sabía que ya tenían que dar el primer golpe antes de que se les adelantaran. El Mando era una pieza muy pequeña en el cartel, “..tarde o temprano intentaran un golpe grande” pensó.

En la llamada, El Sobrino podía notar el coraje de Pedrito al hablar con él.

“Vamos a tener que darles un llegue a los volteados. No es por ser culero, pero podemos aprovechar esta situación a nuestro favor. El Grande no sabe que tu ya lo torciste en su movida. No has hablado con nadie así que le podemos devolver el favor de la misma manera. Anónimamente.” dijo El Sobrino.

“Le hable al hijo de su perra madre después de la llamada del escolta y se hizo pendejo. Me dijo que quizás el morro andaba metido en otros pedos y puras de esas, el chiste que se hizo pendejo. No se la hice mucho de pedo, no mas le pregunte si sabia algo o si vio algo y se sordeo.” contó Pedrito.

“Así esta bien. Le voy a llamar para entregarle una feria que está pendiente. Ahí le pones cola y te esperas de perdida un día o dos, y accionas.” sugirió El Sobrino.

“Tu avísame, yo aquí andaré pendiente. Tengo que ver con quien está enredado El Grande. No creo que lo hizo por su cuenta. El Mando no tenía nada que ver con él, alguien más le metió veneno al oído, estoy seguro.” dijo Pedrito.

“Voy a hablar con Los Primos para que estén al pendiente de las acciones de El Grande. Tu cuidate wey por que si ya le está valiendo verga al ruco, no se vaya a ir sobre ti.” dijo El Sobrino

“Simon. Nomas tengo que sacar al Güero, pero mandaré una blindada por él, no vaya a ser que le quieran aplicar la misma. Yo digo que para pasado mañana sueltan al Güero. Ya asegurando que salió el morro, le damos pa’ delante.” dijo Pedrito.

“Simon, acuerdate que esta misión no es de todos, uste’ es mi compa y carnal y por eso se que cuento contigo, pero ponte bien vergas porque algo me dice que de aquí para adelante, ya no habrá días tranquilos.” contestó El Sobrino.

“Awebo carnal, ya sabe que yo con uste’ pa’ las que sea y hasta donde tope.” aseguró Pedrito.

El Sobrino junto con tres primos de él encabezan el cartel de El Bordo. De los cuatro, él es quien mantiene el perfil más bajo de todos. Muy poca gente sabía de él, y mucha menos lo han visto en persona. Cuando el gobierno Americano anunció una recompensa de 2 millones de dólares por cada primo, El Sobrino no apareció en el cartel por ser el más joven y el último al unirse al cartel. Aunque su palabra ya pesaba en la organización, el ojo de la DEA aun no lo detectaba.

El Sobrino y Pedrito se conocieron de adolescentes en el centro para menores infractores de la ciudad, que era equivalente a una cárcel juvenil. El Sobrino, en ese entonces de 14 años, había sido detenido por intentar darse a la fuga de la policía en una moto.”Al indicarle el alto, el joven aceleró intentando darse a la fuga..” decía el reporte de la policía. Pedrito, de 13 años, llegó por una riña callejera. Había salido de fiesta y de regreso a casa se había topado con 3 cholos de otro barrio. Al querer asaltarlo Pedrito se defendió pero al llegar la policía al único que agarraron fue a Pedrito. No era la primera vez que Pedrito pasaba una noche en la juvenil. Normalmente había pleitos entre los jóvenes que amontonaban las celdas. Esta era la primera vez que se encontraba solo con otro más en la celda y el único que estaba con él tenía un aspecto más “fresa”. La celda donde los pusieron se encontraba en un área en el patio frente al edificio principal. Un área resguardada que contaba con cinco celdas. De esas cinco celdas, dos eran para meter a los infractores que solo pasarían una noche, otras dos eran para los que estaban cumpliendo su sentencia ahí y los castigaban. Y la última era para los que estaban yendo a sus audiencias. Las celdas contaban con dos literas de cada lado, un baño con lavamanos y una mesa. Al entrar Pedrito y El Sobrino, los castigados que se encontraban en otras celdas comenzaron a gritarles cosas como “De que barrio son?”, “Ahorita van a ver hijos de su puta madre a donde llegaron” y otros comentarios amenazantes e intimidantes. Pedrito y el Sobrino fueron ingresados a su celda y tomaron la litera de arriba de las dos camas cada uno y comenzaron a platicar ignorando las amenazas que provenían de las otras celdas. Escucharon que el guardia cerró la reja de afuera y se fue.

“Tu por qué vienes?” preguntó El Sobrino recargado en la pared.

“Me quisieron tumbar unos weyes y nos agarramos a putasos, pero corrieron cuando llegaron los placas y no más me agarraron a mí..y tú?” dijo Pedrito.

“Venía en la moto de mi jefe en verguiza bajando ahi por mi casa y cuando los vi ya sabia que me iban a parar entonces le pise pero se me cerro una patrulla y en vez de chocar mejor me pare.” contestó el Sobrino.

“¿Y la moto?” preguntó Pedrito.

“Mi papá fue por la moto, pero les dijo a las placas que me llevaran para que durmiera aquí y aprendiera a no andar cagando el palo.” El Sobrino al platicarle esto a Pedrito recordaba en su mente como su papá le decía que no quería que fuera a seguir los pasos de sus primos.

Su papá era un doctor de prestigio reconocido en la ciudad y la comunidad. Su hermana se había casado con un lavadolares de los grandes capos de los 90 's apodado El Águila. El Águila había sobrevivido a detenciones y guerras por saber manejar un bajo perfil. Los chismes decían que tenía contactos en la DEA y la CIA y por eso no lo detenían. Otros lo acusaban de ser informante. La verdad es que era una mezcla de las dos cosas. Por las grandes cantidades de dinero y su astucia de cómo lo manejaba, sus contactos en el gobierno Americano lo dejaban operar en las más altas esferas del crimen organizado internacional. Sus tres hijos, entre otros, controlaban El Bordo y algunos otros estados, pero ninguno heredó la habilidad de manejarse bajo perfil y tampoco fueron capaces de convertirse en piezas invaluables para la política tanto callejera como del gobierno. Sus errores les estaban costando la plaza de El Bordo. Ahora el cartel contrario se estaba metiendo con apoyo del gobierno y había logrado poner la atención del gobierno americano en los Primos. Por más que El Águila quiso arreglar, lo suyo no era pelear plazas. El estaba por encima de eso, sus hijos dejaron de escucharlo cuando el poder se les subió a la cabeza y El Águila decidió dejarlos a su destino. Por el único que respondía era por el hijo de su cuñado el doctor. Su sobrino le había aprendido bien todo lo que El Águila siempre quiso enseñarle a sus propios hijos. Le agarró mucho cariño, quizás más que el que le tenía a sus propios hijos.

La noche que conoció a Pedrito en aquella cárcel juvenil fue la noche que se le bautizó como El Sobrino. Mientras platicaban de cómo habían llegado hasta ahí, se escucharon los candados y las rejas abrirse y se percataron que venía gente. Era de madrugada cuando dos guardias entraron al área donde se encontraban y comenzaron a abrir todas las celdas. La de ellos fue la última, al abrirse entraron 6 jóvenes de aproximadamente 18-19 años. Pedrito y El Sobrino se bajaron de las literas y se pusieron enfrente antes de que entraran todos. Uno de ellos le tiró un golpe a Pedrito y Pedrito lo regresó, El Sobrino golpeó al que tenía enfrente y fue lo más que pudieron hacer antes de que se les aventaran todos encima. El guardia permitió que los golpearan alrededor de 30 segundos. Pudo haber sido más tiempo, pero otro guardia irrumpió al área donde se llevaba a cabo la verguiza y ordenó detener todo.

“Qué te pasa pendejo!?” le gritaba un guardia al otro mientras sacaba a los otros reclusos de la celda. “Hora! Regresen a su celda hijos de su puta madre!” les reclamaba a los reclusos mientras les golpeaba la cabeza con la palma abierta.
“No sabes quien es ese morro? Es el sobrino de El Águila.” Le explicaba casi en secreto. “Ya vienen por él, ya habló su tío amenazando al que le ponga un dedo encima le va a cargar la verga.”

El otro guardia al escuchar el apodo de El Águila se puso nervioso y le rogó a el Sobrino que no lo acusara con su tío.

“No le hagas caso, dile pa’ que les cargue la verga por abusones.” le dijo Pedrito a El Sobrino mientras se intentaban reponer de los golpes.

Una voz se escuchó desde la entrada. Eran dos policías municipales.

“Dónde está el morro de la moto que trajeron?” les preguntaban los oficiales a los guardias del centro juvenil.

“Ya viene en camino.” contestó el guardia mientras su compañero sacaba a El Sobrino de la celda.

“Déjalo ir a él también.” le ordenó el Sobrino al guardia.

“No más vinieron por ti, por el no.” contestó el guardia.

“Si no quieres que le diga a mi tío lo que hiciste, más vale que lo dejes ir a él también y quedamos como compás, ¿como vez?” le dijo el Sobrino al guardia quien sin contestar procedió a volver a abrir el candado y sacó a Pedrito. Los escoltó hasta la entrada con los policías. Los oficiales notaron algunos golpes en el Sobrino y Pedrito.

“¿Se pasaron de verga con ustedes?” preguntaron los oficiales a los jóvenes. Los guardias se pusieron nerviosos pero el Sobrino cumplió su palabra.

“No, se portaron bien. Nos pegamos un tiro con unos morros adentro, pero todo bien.” contestó el Sobrino. Al salir de ahí, el Sobrino le preguntó a Pedrito si necesitaba raite a algún lado. El Sobrino llevó en la patrulla a Pedrito hasta su barrio, dejándolo en la puerta de su casa.Se frecuentaron muy poco después de conocerse, pero el destino los fue arrimando con la misma gente y cada vez se topaban mas y mas en fiestas del cartel y hasta coincidieron en negocios. Al punto de ganarse la confianza uno del otro.  Desde ese entonces surgió una amistad entre ellos que después los llevaría a convertirse en piezas claves del cartel. 


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