Capitulo 7 : La Fiesta Y Los Gringos


La razón de la fiesta nadie la sabía. Solo se había corrido la voz de que Pedrito quería celebrar algo, y como no escatimaba presupuesto para sus fiestas, a nadie le interesaba que celebraran, las fiestas siempre eran buenas. Solo una fracción del cartel estaba invitada, ya que se había empezado a formar una enemistad con la otra fracción del mismo cartel. Había rumores que los de el lado Este de la ciudad se estaban volteando al cartel contrario pero nadie lo podía confirmar aún. Aunque ante la gente el cartel seguía sólido, había diferencias entre las filas que estaban empezando a hacerse notar. Por eso el exceso de seguridad. Invitados de alto nivel del cartel y la rivalidad interna los tenía a todos alertas. Punteros en todas las entradas de la colonia y en las calles aledañas. Kamikazes listos a tirarse a matar ante el gobierno para evitar la captura de sus jefes. Afuera conviven los sicarios de diferentes grupos. Se mantienen cercas de las camionetas que guardan los chalecos y las armas. Algunos tienen permiso de tomarse un trago o dos. Tal vez un cigarro de marihuana, pero hasta ahí. Todos tienen que estar bien alertas.  Adentro, en la fiesta, todas las mujeres mas guapas de la ciudad. Hombres armados con pistolas lujosas. La casa de El Neto no era lujosa como las que se encuentran en las colonias pudientes de la ciudad, era una casa de clase-media en el barrio. Los grupos norteños se turnaban para tocar los corridos que eran pedidos por la gente del cartel. 


El Fler, el Chaky y el Bimbo se pusieron a fumar con algunos sicarios. Al Fler le gustaba platicar con ellos y tenerlos de amigos. El Chaky y el Bimbo se ponen a bromear con los sicarios al punto que ya se estaban dando carrilla entre todos. El Neto estaba sentado en la mesa de Pedrito y Karina tomando y platicando con Pedrito mientras escuchaban música. El Guero y el Mando se sentaron en otra mesa con 6 muchachas. Era la mesa más alebrestada de todas, al Güero le gustaba ser el centro de la fiesta, bailaba y saltaba. El Mando le seguía la onda igual. Karina no podía esconder su incomodidad en su cara. Ya no quería estar con Pedrito. Estaba esperando cambiarse de apartamento para dejar el que le pagaba Pedrito. Su amiga le había dicho que el Lunes después de la fiesta podía llevarse las cosas a su casa así que decidió que hablaría con Pedrito ese próximo Lunes.

“Están bien buenas las morras que traen el Güero y el Mando veda wey” decía el Bimbo al Chaky y al Fler.

“Simón, ¿tú las conoces, Fler? Son farándula igual que ustedes.” decía el Chaky. Les decía faranduleros a los demás porque a él y al Bimbo no les gusta salir a antros ni a fiestas. Al Chaky y al Bimbo lo que les gusta es estar atendiendo la conecta en el barrio. Al Fler, al Güero, al Mando y al Neto si les gusta andar de vagos y ser conocidos.

“Simon si las conozco, bueno a la de pantalon y blusa azul no, pero a las demás si” le contesto el Fler.

“¿Ya te las cogiste?” preguntó el Bimbo.

“Jajaja no seas mamon, ese wey quiere saber pa’ ir a jalarsela después” bromeó el Chaky.

Despues de reirse por unos segundos el Fler le contesta

“A la que trae vestido negro y a la que trae el vestido verde si, a las de mas todavia no, pero esa de pantalon me gusto.”

“Y como le hacían cuando te las estabas cogiendo?” preguntó el raro de el Bimbo y todos soltaron la carcajada.

“Vas a llegarle a la de negro?” preguntó el Chaky a el Fler.

El Fler no escuchó la pregunta, la marihuana le había hecho efecto y se había puesto a pensar en Karina. La miraba sentada con su cara de amargada en la fiesta. Estaba cazando un momento para poder saludarla. No habían hablado desde hace como 3 años. Solo habían cruzado miradas con saludo.

“..¡Te hablo pendejo!” le gritaba el Chaky mientras le daba un zape en la nuca al Fler.

“Jajaja que pendejo, me fui en el viaje” decía el Fler riendo.

“Cogete a la de rojo para que me digas que tal esta” decía el Bimbo.

“Jajaja como chingas maniaco” contestó el Chaky.

“Me dio el munchies, voy adentro con doña Aurora para ver si tiene algo de comer, jalan o que?” preguntaba el Fler al Chaky y al Bimbo.

“Na aqui te calmo yo”

“Yo tambien”

El Fler entró al patio, cruzó la fiesta y entró a la casa. En la sala estaba doña Aurora sentada viendo la tele. Se sentó en el sillón de un lado. Había una fila de mujeres queriendo usar el baño.

“Hola mijito, ¿ya te dio sueño la fiesta?” preguntaba doña Aurora.

“Lo que me dio es hambre doña Aurora” dijo el Fler con una sonrisa.

“Aquí tengo poquita birria que hice en la mañana, ¿quieres que te sirva un plato?”

“Si doña Aurora, por favor”

“Vente, siéntate acá en la mesa para servirte, te echo verdura?”

“Si por fa’” contesto el Fler.

Mientras esperaba su plato, miro que se abrió la puerta y entró Karina. Se sintió el choque de las dos vibras en el ambiente. Los dos tenían muchas ganas de platicar pero los nervios no los dejaban.

“Siéntate a comer mija” le dijo doña Aurora a Karina mientras le dejaba el plato al Fler.

“Ya estás comiendo bien grifo de seguro” decía Karina al Fler.

“Quieres?” le contestó el Fler.

“Mota o Birria?” bromeo Karina.

“Papel, mire que ibas al baño.”

“Jaja ay grosero, si hay papel no le hagas caso mija.” decía doña Aurora.

“Jajaja ya se como es tía, déjelo.”

“Es que te extrañaba, verdad mijo” le dijo doña Aurora seguido por unos segundos de silencio.

“Que la voy andar extrañando.” decía el Fler en tono de sarcasmo.

Karina fue y se sentó a un lado de el Fler. Se sentó tan cerca que sus piernas y brazos rozaban unos con otros.

“Qué has hecho todo este tiempo que no nos hemos visto Fler?”

“Andar de cholo ya sabes, y tu?”

“Igual.. yo si te he extrañado.” le decía Karina mientras el Fler terminaba de comer.

“La traías atrasada mijito” bromeaba doña Aurora al ver la rapidez con la que comió el Fler.

“Gracias doña Aurora, que rico estaba”

“Te diera un beso pero acabo de comer” dijo el Fler mirando a Karina.

Karina se puso nerviosa, no sabía si lo decía de broma o en serio. El Fler se alejó y se despidió de doña Aurora

“Gracias otra vez doña Aurora, voy pa’ afuera al party”

“Andale pues mijo, dile a los demás si quieren aun me queda birria”

La fiesta continuó hasta las 5 de la mañana. Pedrito le ordenó a algunos pistoleros que volvieran al día siguiente a limpiar la casa de doña Aurora.

Al día siguiente, alrededor de las 6pm. Suena el celular de el Guero.

“Bueno, ¿quién habla?” pregunto.

“Soy yo, Pedrito, ¿dónde andas Guero?”

“En la casa, estoy esperando al Mando para hacer una vueltecilla, que hay que hacer?” contestó el Guero.

“Quería ver si me hacen un paro we, ocupo alguien que me cuide una casa.”

“Cuantos dias o que show?”

“Una semana más o menos, en lo que se va el jale.”

“Simón, pues de hecho no podemos andar mucho en la calle por unos pedos.”

“Si escuche, ponganse truchas wey, no pueden andar haciendo esos jales asi no mas.”

“Aún ni siquiera sabemos quienes son y por qué fue, yo en cuanto ubique al vato preferi pegarle antes de que él nos viera a nosotros.”

“Si escucho algo les aviso, la casa está agusto, ahí se pueden clavar.”

“Simon, Don Robert también está tratando de averiguar qué pedo, para que lado está la casa o cuando quieres que vayamos?”

“Pa’l lado de la playa, a qué hora pueden irse para allá?” preguntó Pedrito

“Ahorita ya va a llegar el Mando, Vamos a preparar unas cosas que se van a cruzar, como en una hora terminamos y le damos para aya.” contestó el Guero

“Ok, echame una llamada cuando estén listos.” finalizó Pedrito antes de colgar.

En cuanto terminó la llamada Pedrito, uno de sus escoltas le alertó por el radio de frecuencia.

“Patron, hay un sentra blanco que se nos pegó desde que salimos del Caliente. ¿Quiere que lo encaremos?” preguntó el escolta.

Esta vez Pedrito iba en una suburban. Solo él y el chofer, y era escoltado por una Silverado de cabina sencilla con 2 escoltas.

“Que tan seguro es que nos viene siguiendo?” preguntó Pedrito por el radio.

“Me daré unas vueltas en el boulevard para asegurarnos.” contestó el escolta.

El escolta hizo una vuelta repentina a la derecha metiéndose a otra calle y ahí mismo dándose una vuelta en U. El sentra blanco se fue de paso.

“Todo bien?” preguntó Pedrito por la radio.

“Si al parecer todo bien. Se fue de paso” indicó el escolta.

“Hay que llegar por algo de comer en lo que Los Del Barrio llegan a Playas.” ordenó Pedrito.

Estas cosas eran de todos los días. Agencias de inteligencia ya monitorean a las figuras más visibles del cartel. Los contactos que tenían dentro del gobierno les estaban advirtiendo que agencias extranjeras los tenían en la mira.

“Al gobierno local lo podemos corromper, pero cuando la presión viene de más arriba, se tiene que andar con más cuidado, porque así como cooperan con nosotros, también cooperan con los gringos. Un policía corrupto no es de confiar, siempre estarán con el mejor postor. No tienen lealtad ni al uniforme que portan.” le decía Pedrito a su escolta.

Pedrito tenía un disgusto por la policía en general. Desde muy chico había visto y sufrido en experiencia propia los abusos de la policía. Los escoltas que lo cuidaban, algunos eran ex policías. Entre ellos, había uno que era policía de corazón. El “Comandante” como le apodaron entre el grupo de Pedrito. Se había alejado de la corporación después de ver la realidad de cómo funciona. El había entrado a la policía para poder lograr un cambio en su comunidad y rápido se dio cuenta que el sistema está jodido. “El sistema esta para joder, no para ayudar” se repetia en su mente. Se había hecho la idea de que al menos trabajar para Pedrito era solo andarlo cuidando sin chingar a nadie. Podía proveer para su familia porque la paga era buena y Pedrito era buena onda. Nunca los ponía a hacer trabajo de pistoleros, solo de cuidarlo. Aparte les hacía regalos a sus familias.

El Comandante se había desilusionado de las corporaciones… locales. Unos 15 días antes de la fiesta, el Comandante recibió una llamada. Del otro lado de la bocina, una voz con acento gringo le ofrecía una nueva oportunidad.

“Esto si va a marcar un cambio en tu ciudad, vamos por los malos y tú nos puedes ayudar.”

Aunque Pedrito siempre se portó bien con El Comandante y los demás, por dentro al Comandante no le cuadraba la idea de andar cuidando a un malandro. Por eso es que él sentía que no le debía lealtad a nadie. Ni a la corporación, ni a Pedrito. A él le interesaba hacer el “bien”, pero solo cuando le convenía. Ayudando a los gringos podía darle un giro a su vida, pensó. Y accedió.

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